+ Carry on my wayward son

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sábado, 4 de enero de 2014

A la adolescencia una de las cosas más esenciales y más importante es encajar. Esa necesidad de saber en que lugar perteneces de este mundo, el porqué naciste, el saber si eres esencial.
Eso es difícil de entender para los adultos pero, para los abuelos, aun más.

Yo desde siempre he sabido que soy diferente, que nací diferente.
Me gusta más el royo oscuro, las cosas extravagantes, pircings e tatuajes.
Y desde que descubrí que es era mi pasión puedo decir que hay empezó mi infierno, mi infierno por ser quien soy y no de fuera si no de dentro.

Si ya cuesta encajar, en casa te recriminan una y otra vez que porque no puedes ser como los demás, que das pena y que todo el mundo se ríe de ti a las espaldas, que la gente le dice que como me puede dejar ser así, y mil comentarios atroces que siempre ella me los saca ¿Para qué? Para hundirme y sentirme un 0 a la izquierda, para sentirme nula y que querer hacerme cambiar de idea, de ideología, de gustos, en otras palabras MANIPULARME.

Es atroz el dolor que llego a sentir cuando ella me reprocha ser diferente.
Duele porque él siempre me dijo que no cambiara nunca, que fuera yo misma.
¿Cómo diablos seré yo misma si ni en mi puta casa me aceptan? 

Y aquí es cuando me derrumbo y la única opción que tengo es llorar, llorar y llorar hasta que no tenga más lagrimas y golpear la pared, golpearme a mi o golpear al colchón para sacar mi rabia, eso sí, siempre abrazada de mi peluche, mi gran amigo e compañero que ese sí que me quiere tal y como soy.

Porque su problema es que no me quiere, no me quiere tal y como soy y solo sabe remeter contra lo que soy y lo que estoy orgullosa de ser.

En estos momentos, escuchando Eminem, llorando y escribiendo en mi blog.



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